En esta ocasión escribiré desde mi experiencia, no tratando de ser profundo sino muy práctico. Cada persona en el mundo sufre en algunas ocasiones de su existencia depresiones, debido a problemas familiares, de trabajo, propios, etc. No importa de donde venga solo se sabe que tarde o temprano esta enfermedad toca la puerta de nuestros corazones, así que, ¿qué hago?

1. Aceptar que estás mal.
Está bien no estar bien. Este es el primer paso. Reconocer mi humanidad. Saber que he sido lastimado o abrumado y que no me encuentro del todo bien. Reconocer mi condición me ayuda a ver el piso con honestidad. Una honestidad que duele. Cuando se reconoce que no se está bien se inicia el camino a la recuperación de la salud.

2. Enfócate en las responsabilidades que tienes que cumplir y hazlas bien. 
Ocuparse no preocuparse. Jesús el Hijo de Dios fue un hombre muy asediado por diferentes personas, organizaciones y problemas, sin embargo no lo vemos preocupado porque Él siempre estaba ocupado. Ocuparse de tus asignaciones es el segundo paso que debes dar, ya que con ello cumples tu propósito de vida y al mismo tiempo ocupas la parte más importante en esta batalla, la mente.

3. Deja de añorar el pasado.
Lo mejor sucederá si te inviertes en ello. Una de las sutilezas de la depresión es pensar que se estaba mejor en el pasado, cuando no había problemas. Cuando las cosas eran más sencillas, cuando todo era miel sobre hojuelas, etc., etc., etc., esta es una trampa, debes luchar por no caer en ella, porque el tiempo nunca se detendrá y nunca irá hacia atrás, siempre caminará hacia enfrente.

4. Manos a la obra.
El cuarto paso es la acción. Cuando has reconocido donde estás, comienzas a cumplir tus asignaciones, dejas de anhelar lo bueno del pasado y entonces comienzas a tomar decisiones para tener un mejor futuro, estás listo para emprender el nuevo destino que te has fijado. Comienza ya, no esperes a mañana, hazlo hoy, comienza a sumar a tu favor, aunque sea pequeños puntos, pero hazlo y verás la diferencia.